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Una repentina pregunta por el cartel

Foto: Omar Robles

Crónicas de un Ciclista Librero

Una repentina pregunta por el cartel

«Leer te salvará la vida» proyecto que nació en medio del dolor de la pandemia.

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Cuando decidí colocar el cartel de LEER TE SALVARÁ LA VIDA en la parte delantera de mi bicicleta para vender libros, me preguntaba qué pensaría la gente al leerlo, ¿entendería el mensaje o solo lo tomaría como unas palabras sin sentido de alguien que quiere llamar la atención en plena pandemia?

En esos primeros momentos, confieso que me daba vergüenza que la gente lo leyera, tal vez se iba a reír de lo ridículo que podría parecer un cartel con esas palabras en un momento de emergencia y de dolor. Pero en esas semanas me crecieron unas corazas en la espalda que ya nada me importaba, solo avanzar por la ruta que me había trazado.   

El autor de la crónica y su peculiar manera de llevar cultura a domicilio

Volviendo al cartel, durante mucho tiempo lo llevé en mi bicicleta por las calles y nadie me preguntó nada, mas, al contrario, solo lo leían y seguían su camino… Hasta que una mañana alguien se detuvo para hacerme una repentina pregunta. Ocurrió cuando fui al local del municipio de Huaraz a dejar un documento. Mientras esperaba a la persona que entregaría el encargo, un señor que nunca antes había visto en mi vida se me acercó y me preguntó de manera directa, sin pelos en la lengua, a boca de jarro, con una curiosidad que seguro le quemaba el cuerpo:    

–¿Es de usted la bicicleta? –pensé que quería comprarla o era parecida a la que él tenía, estaba muy intrigado por tan extraña pregunta. Le respondí que sí, que era mía. Luego se me acercó un poco más y, señalándome el cartel con el dedo, lanzó el comentario que estaba esperando escuchar desde hacía un año–: ¿Usted me podrá decir dónde puedo conseguir un libro sobre plantas? –de lo preocupado que estaba por su primera interrogante empecé a respirar más tranquilo y me alegré de que me hiciera tal pregunta de forma rotunda.

–Aquí, muy cerca, hay una librería que vende el libro de Marcos Yauri sobre plantas; también he leído que un amigo llamado Carlo Brescia ha publicado un libro sobre plantas.

–Es seguro que lo voy a encontrar ahí, ¿no? –me volvió a interrogar.

–Claro que sí –le respondí–. Aquí a dos cuadras está la librería –le fui explicando con detalle para que llegara al lugar indicado.

Después de que el hombre se retiró, me alegré que alguien me hiciera una pregunta relacionada con el cartel que llevaba colgado en mi bicicleta por más de un año. No me preguntó qué significaba, ni dónde lo había sacado o cómo me había nacido la idea de vender libros, inquietudes que sí he respondido a la prensa y a las entrevistas que me han hecho durante todo este tiempo; pero un ciudadano común y corriente relacionó el cartel con la venta de libros y, lo mejor, entendió que era un conocedor de estos y sabía dónde los vendían. ¡Bingo!

El amigo al que esperaba en la puerta de la municipalidad me recibió el documento después de una hora, y al volver a conducir mi bicicleta por las calles fui pensando y pensando en ese momento tan importante e histórico del proyecto: “¿Cuántos más pensarán como este señor?, tal vez algunos aún no entiendan el cartel”. Pero lo que sí quiero ahora es recalcar, para que quede grabado para toda la vida, que este proyecto nació en pandemia, en un momento de dolor y sufrimiento, y se ha ido cimentando con diversas actividades de lectura y promoción por su propia naturaleza; y como nació en pandemia, el cartel es eso, una frase que pone a la lectura como el oxígeno para la vida o la vacuna contra el virus. Lo que nadie nunca había promocionado en la calle ni mencionado en un taller de lectura.  

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