He recibido un mensaje al WhatsApp, es Sayuri que me ha escrito pidiéndome ser incluida en la lista de beneficiarios del proyecto “Leer te salvará la vida”. Primero le pido que me proporcione todos los documentos necesarios para registrarla; acepté su suscripción porque la conozco desde los primeros meses en que emprendí la venta de libros, en pleno auge de la pandemia.
Sayuri vive en el distrito de Independencia, en el pasaje Cascanueces, que corresponde al barrio de Acovichay, un poco alejado de la zona de influencia de nuestro proyecto; no debería considerarla, pero, porque la conozco y es una lectora nuestra, decido aceptar su pedido y de inmediato programo la entrega de su libro.
Estoy por salir a la vivienda de Sayuri para dejarle la obra titulada La chica del tren. En el momento que me dispongo a salir, me acuerdo de la mañana cuando fui a dejarle el paquete de libros de mi autoría al lugar donde me había indicado; mientras bajaba por la pista rumbo a Caraz, montado en la bicicleta, el miedo se apoderaba de mi cuerpo; el motivo, el alto tránsito de vehículos de gran tonelaje y carga pesada que se movilizaba por el lugar; temía avanzar; cuando mi cuerpo sentía que un camión pasaba por mi lado, creía que me caía, pero en ese instante solo pensaba en dejar mis libros y cumplir con los lectores; debía vencer el miedo y seguir pedaleando como me enseñó mi hermano, allá por los años ochenta. Eso hice, seguir pedaleando sin moverme mucho; iba sin inclinar la bicicleta por los costados, estaba muy concentrado siguiendo la línea recta que me llevaría a dejar los libros.
Después de un año, regreso a los “Frenos Wiki”, lugar donde espero a Sayuri para entregarle el libro que me ha pedido. Ahora, con un poco más de experiencia y conocimiento de las rutas, ya no ingreso por la vía a Caraz sino tomo el camino paralelo, que es la avenida Independencia, hasta llegar media cuadra antes del río Casca, y de ahí, subir por un pasaje empinado que debería asfaltarse porque se encuentra completamente olvidado y solo está rellenado con piedras. Me volveré a ver con Sayuri después de un año, cuando le entregué mis libros de cuentos Anhelos imperfectos y La fiesta. Historia de amigos.
Siempre que llego a un lugar para dejar libros, primero escribo por el WhatsApp indicando que me encuentro en el lugar señalado; si la persona no me responde, en cinco minutos la llamo a su línea telefónica. Pero en esta ocasión Sayuri me contesta rápidamente y me escribe que en un momento baja; me alegra que se haya animado a suscribirse y sea beneficiada por los más de cien libros que “Leer te salvará la vida” tiene para ser prestados.
La veo descender por una pista asfaltada y llegar a donde estoy. La saludo con el puño.
–¿Vives cerca? –le pregunto.
–Sí, aquí arriba –me responde señalando con el dedo unas casas de ladrillo.
Le entrego el libro que he traído para ella, luego le digo que he vuelto con otra bicicleta y mochila nueva, y se alegra.
–He visto que tiene apoyo –me dice.
–Sí –le respondo.
Pero lo que no sabe ella es que durante todos estos meses he tenido que robarle tiempo al tiempo para elaborar los proyectos, luego presentarlos al Ministerio de Cultura en momentos de dolor y sufrimiento, para después subsanar las observaciones una a una, y volver otra vez a enviarlos; y que una cosa es hacer los proyectos y otra cosa es ejecutarlos, pues se requiere de diversas habilidades que he tenido que ir aprendiendo en el camino.
Sayuri fue quien me vio en esas primeras semanas de venta con la Bicilibro, cargando la mochila vieja de mi hijo y sacando piernas. Ahora estoy con “Loncho I”, la bicicleta que es un poco más ligera y rápida.
Me alegra haber visto a Sayuri, y estoy seguro que regresaré al mismo lugar varias veces para entregarle más libros y siga leyendo en este tiempo de dolor y encierro, pero también en este tiempo de libros y lecturas.