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Recuerdos tristes del ciclista librero

Foto: Áncash Noticias

Crónicas de un Ciclista Librero

Recuerdos tristes del ciclista librero

Sobrecogedora nota de cómo el autor en plena pandemia pierde a sus padres.

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Cuando viajo en mi Bicilibro muchos recuerdos vienen a mi mente; algunos tristes, otros alegres; pero hay un recuerdo que siempre cargo en mi memoria como uno de los más dolorosos que he vivido en estos últimos meses: el día que enterraron a mi padre; él falleció el 10 de mayo de 2020, en el hospital. Esa mañana, al salir de la radio (ese mes conduje un programa conmemorativo por los  50 años del terremoto de 1970, denominado «Homenaje a mi Pueblo», de 8 a 9 a.m., en radio Studio 97) me fui directo a la funeraria; mi madre, un día antes, me dijo por teléfono que me esperaría para conversar; pedaleé lo más fuerte posible para llegar a la hora programada; pero, en el transcurso del viaje, recibí varias llamadas telefónicas de personas que me daban el pésame; me iba deteniendo en cada esquina; después de responder a cada atenta llamada y deseos de mucha fortaleza, aceleraba con más fuerza con la intención de ir ganando minutos, pero todo ese esfuerzo fue en vano; cuando llegué a la avenida Fitzcarrald, fui detenido por varios policías, quienes me exigieron que les entregara mi DNI. No lo traía conmigo; desde el inicio de la pandemia empecé a vestirme con buzo y no cargaba billetera, ante la imposibilidad de entregarles el documento, les conté los motivos por los cuales debía de pasar la calle; pero, a pesar de eso, no me permitieron continuar y me hicieron retornar a casa.

Con mucha rabia y dolor regresé, recogí mi DNI y volví a salir hacia la funeraria; pero, ahora, tomé la vía de la avenida Confraternidad y ya no volví a ingresar por la avenida principal para no encontrarme otra vez con esos malvados policías. Cuando llegué a la funeraria solo logré ver a mi madre subir a la carroza junto a mi hermano; me movieron la mano indicándome que me llamarían después para decirme la hora del entierro. Muy triste me quedé por no poder conversar con ellos en ese momento; después me retiré para volver a mi casa acompañado de mi fiel amiga la Bicilibro. Esa mañana debía entregar un pedido.  

Muchas preguntas surgieron después de aquel incidente: ¿Por qué no insistí en hablar con mi madre? ¿Por qué no me acerqué a abrazarla? La vi muy fuerte; es cierto, debí haber llegado antes para consolarla y sentir su dolor por la pérdida de su compañero de toda la vida, pero no pude, la policía me detuvo; en ese instante que la vi fue el momento en que la tuve más cerca de mí, sin presagiar que unas semanas después nos dejaría. Si llegaba unos minutos antes tal vez hubiéramos conversado. Tantas preguntas sin respuestas.  

Omar Robles Torre, «El Ciclista Librero»

Todos los recuerdos tristes y alegres se avivan cuando me voy trasladando por los lugares cercanos donde he pasado gratos momentos con mis padres; como la juguería frente a la fiscalía o las instalaciones del Banco de la Nación, por qué no el quiosco cercano a la Cámara de Comercio, donde él compraba sus diarios. Estos viajes en bicicleta no son solo recorridos para llevar libros, sino también para recordarlos.

A veces recorro las calles con el pretexto de que algún día, tal vez quizá en mi imaginación, vuelva a verlos andar por esos rincones hermosos y sentir en lo profundo de mi corazón que no se han ido, que en algún momento escucharé sonar mi celular y, al responder, me preguntarán desde el otro lado: ¿Has almorzado? Y cuando les diga que no; me responderán, Ven a comer que estamos en…  

Ha pasado poco más de un año de la partida de mis padres, pero la herida es aún muy profunda, y estoy seguro de que nunca cicatrizará porque, cuando un ser querido se va, uno nunca los olvida; así sucedan tantas cosas ellos siempre estarán presentes. De lo que sí estoy muy seguro es que mis padres, que me están viendo desde la infinita oscuridad, me siguen alentando en continuar lo que tanto quise: llevar libros a la gente, escribir, leer y ser muy feliz, feliz.

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