Los fujimoristas se han aprovechado de las ingenuidades políticas del presidente Kuczinsky para desafiar su poder y tumbarse a su gabinete, con achoramientos perversos como la de Héctor Becerril diciendo que “Si cierran el Congreso, en los comicios de recambio Fuerza Popular obtendrá 100 congresistas”. Fuerza Popular (antes Cambio 90-Nueva Mayoría, Vamos Vecino, Peru 2000) demuestra así que mantiene intacta la sangre autoritaria que recorre sus venas.
La doble derrota de Keiko Fujimori y especialmente la última –por una nariz- la dejaron con “sangre de venganza en el ojo”, vaya que logró demostrar tumbándose a los ministros Jaime Saavedra, Martín Vizcarra y ahora al gabinete Zavala, poniendo al país al borde de la ingobernabilidad.
Nuestra posición sin embargo no justifica para nada la incompetencia que tuvo Marilú Martens al frente de la última paralización magisterial, debió haberse ido por ella misma o el presidente debió haberla relevado antes de la interpelación y censura-, más aún cuando ella misma admitió que se equivocó al minimizar que las bases del SUTEP ya habían rebasado la autoridad de su Comité Ejecutivo Nacional, como editorializamos anteriormente. Faltó cintura política en el gobierno, que se llenó de tecnócratas, ahora deberá incorporar a figuras más políticas, si quiere sobrevivir.
Pero recordemos la historia del achoramiento fujimorista. Desde el autogolpe de 1992 copó por todos los medios los poderes del Estado (Congreso, Judicial y medios de comunicación) que se pusieron de rodillas a la dupla Fujimori-Montesinos para montar operativos psicosociales como método de gobierno.
Estos últimos trabajaron sobre la percepción ciudadana para hacer creer que por ejemplo la captura de Abimael Guzmán fue obra del SIN cuando en la práctica fue del GEIN Policial que luego fue descabezado por que Fujimori y Montesinos no toleraron que les hayan robado el show. Sobre esa base psicosocial Alberto Fujimori logró ganarle a un político decente como Pérez de Cuellar y en el 2000 re reelegirse artificialmente para luego terminar renunciando vía fax.
Esa re reelección fue aún más grosera. Crearon la prensa chicha para montar una campaña de desprestigio y demolición para Alberto Andrade, Luis Castañeda y el propio Alejandro Toledo. El más afectado fue Andrade, a quien no le perdonaron que les había ganado en Lima dos elecciones municipales consecutivas y entonces hasta el Ejército se aprestó para tumbar su candidatura presidencial y las reglas electorales incluso fueron más allá para poner en vigencia el distrito electoral único (no por departamentos) para obtener una mayoría en el Congreso (que además se vio nutrida con el concurso de los tránsfugas). Esa historia no puede olvidarse, aunque los fujimoristas saben que la memoria colectiva es frágil.
Memoria colectiva frágil y ahora cortinas de humo –como la crisis política que se ha generado hoy donde el Perú ha amanecido sin ministros- le va a servir a Keiko Fujimori para decirle al Poder Judicial y al Ministerio Público que la investigación que se le sigue por lavado de activos e incluso el reciente destape contra su congresista Yesenia Ponce, sea congelada o archivada.
El país, y los hombres democráticos deben de mantenerse vigilantes para evitar que el autoritarismo o achoramiento fujimorista se instale un Perú amordazado y con las libertades ciudadanas conculcadas, porque ya trabajan ahora la vacancia presidencial.