Resultó premonitorio el domingo cuando salía después de cubrir los resultados de los comicios electorales en el Colegio de Periodistas levantar la mirada hacia la galería de sus ex decanos mirar fijamente la fotografía de César Villanueva Durán, suspirando y recordando lo acontecido hace tres décadas atrás cuando el local estaba en cimientos, a esa hora se estaba muriendo él. Trágica la noticia que minutos después que alcanzó Arnaldo Mejía.
Villanueva ya no estaba más con nosotros. Ver sus restos en el hospital abrió el espiral inevitable de los recuerdos, de los gratos recuerdos. Cómo no ser agradecido de tantos consejos, de la formación como periodista que me supo dar. Se fue mi sensei.
Lo admiraba desde 1977, cuando tenía quince años, lo vi como maestro de ceremonia –en el salón consistorial de la Municipalidad de Huaraz- en un evento organizado por el Círculo de Periodistas Deportivos, teniendo como invitado al gran Humberto Martínez Morosini. Llamaba la atención su aplomo y experiencia, no en vano ya tenía un trajín reconocido en la ciudad de Lima.
Años después, y cuando el propietario de Radio Ancash, Armando Moreno Romero, me designó –inmerecidamente- como director del programa Debate, tuve el honor de convocar a Villanueva como panelista de este espacio que marcó historia en la radio especialmente por propiciar discusiones nacionales y regionales teniendo como invitados, cada domingo, a los personajes más referentes. Por allí pasaron varios ex candidatos presidenciales como Alan García, Javier Alva Orlandini, Lourdes Flores Nano, Mario Vargas Llosa, Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, entre otros. La experiencia del maestro se imponía, no en vano era el panelista de fondo.
Después de cada programa, las tertulias se hacían interminables, matizadas muchas veces de una bebida espirituosa suscitándose diversas anécdotas y de paso, muchos jóvenes como Hernán Carrión, Fredy Valenzuela, Alfonso Maguiña y yo escuchábamos embelesados los secretos para hacer una buena entrevista, sobre todo en las repreguntas.
En 1986, tuve el honor de que me convocara como su colaborador en Cooperación Popular, donde fue jefe departamental, ese año también postulaba como regidor provincial y a la par como candidato al decanato de Periodistas de Ancash. Un año de mucho aprendizaje, sobre todo por la sagacidad y la forma tan perspicaz de ver las cosas y los hechos, especialmente cuando participé directa e indirectamente en su campaña gremial como en las elecciones municipales, donde resultó triunfador e hizo de Sotelo Ibaceta, alcalde de Huaraz.
Pero el recuerdo más especial es haber bebido de su experiencia de los años 1986 a 1989 cuando fue corresponsal del Diario La República. Ver el ángulo de la noticia, poner el titular, resaltar los hechos más relevantes. ¡Cuántas cosas, aprendidas!
Durante esos años también en COOPOP, Villanueva dio muestras de pluralidad y de forjador de equipos. Formó uno de alta calidad respetando las capacidades de cada uno de sus colaboradores, fomentando eficacia y eficiencia –además de su vasto conocimiento político- que fueron la base de mi formación política para más tarde en 1998 tentar con éxito la alcaldía de Independencia, y allí también siempre fue mi consejero de cabecera (sobre todo cuando las papas quemaban).
Tomar un desayuno, almorzar o compartir un trago con César Villanueva era una cátedra, siempre con sus papelitos, con sus diagramas y su reiterativo “aprende, hombre, agarra el mensaje en el aire” y acaso por eso y en su honor, por la perspicacia de observar las cosas el espacio periodístico Trinquetes Políticos, fuera en su honor, porque la palabra “trinquete” era lo que más repetía.
Sus dotes intelectuales y su capacidad comunicativa lo llevaron a ser tener un alto cargo nacional en Cooperación Popular, se fue becado muchas veces al extranjero. Todos esos conocimientos los solía volcar a todos. Fue su gran mérito, como también ser un gran constructor como se evidenció en los inicios de la Casa del Periodista.
Pero, la salud le jugó una mala pasada: diabetes, cáncer y alzheimer socavaron su físico, dejándolo casi irreconocible del fortachón que conocimos hace tres décadas. Pero su legado ha quedado, todos los reconocen.
Adiós querido maestro, acaso sólo nos tomas la partida. ¡Gracias César, por todo!