No podía graficar mejor el título del presente comentario la situación que atraviesan los terminales interprovinciales de todo el país. Ha tenido que pasar lo de Fiori para poner agilitas a nuestras autoridades.
Y la primera verificación del año arroja un triste balance: 90% de los terminales de los servicios del transporte se encuentran observados por no reunir los requisitos mínimos de seguridad e incluso fueron clausurados temporalmente los terminales de Movil Bus y Zeta Bus, otrora líderes en su rubro.
Llama la atención que estas dos empresas citadas, pese a su vertiginoso crecimiento en todo el país, se hayan preocupado sólo por lucrarse y no pensar en el pasajero. Parece que con ellos funciona aquello de «Hazte a la fama y échate a la cama».
A las demás empresas también se les ha notificado para levantar las observaciones, incluso al propio terminal de Challhua que desde hace 10 años opera de manera informal.
El asunto sin embargo va a más. La mirada se dirige a las municipalidades provinciales del Callejón de Huaylas, especialmente a la comuna de Huaraz, cuyos ex alcaldes no han sido capaces de gestionar su instalación pese a que en sus ofertas electorales encandilaron a los votantes con el pegajoso ofrecimiento de hacerlo realidad.
Lombardo Mautino fracasó en su intento de tender una alianza público privada para construir uno en El Pedregal, Vladimir Meza se quedó solo con su maqueta y Alberto Espinoza Cerrón hizo un remedo de terminal en Pícup, que no duró ni una semana. Es que ninguno de ellos planificó nada serio.
Con el actual alcalde Rori Mautino, también parece que no pasa nada. No vemos ninguna iniciativa presentada ante pro inversión pese a que hay un terreno, como el del Centro de Abastos cuyos impulsores aseguran que allí podría instalarse un terminal terrestre.
La nueva gestión tiene que reparar que esta es una obra prioritaria, pero que lógicamente no se hará con recursos municipales, pero sí puede gestionar mediante alianza público privada, o por apuesta de las propias empresas como las que alentó el ex alcalde del Santa Guzmán Aguirre Altamirano en 1993.
Hay pues un cercano espejo donde verse: el terminal terrestre «El Chimbador» de Chimbote, que fue ejecutado por un alcalde que tuvo visión y no tuvo la mirada miope.