«Nada nos llevamos al otro mundo, todo se hace aquí y todo queda aquí» reza un dicho popular. Es la riqueza inmaterial que todos los seres humanos dejamos por nuestro tránsito en la vida: EL LEGADO.
Bajo esta introducción realmente formidable lo que pasa cada año, después de la dolorosa partida de hace 18 años de Pastorita Huaracina, su recuerdo vive en cada uno de los corazones ancashinos, de los de antaño como los de ahora que comienzan a revalorarla.
Gracias su su trayectoria artística los nombres de Ancash y Huaraz se conocieron en todo el mundo, porque fue la artista de varios continentes que llevó la música andina hasta los mejores escenarios internacionales como el Japón, Estados Unidos, Latinoamérica, Corea, entre otros que se rindieron con su canto.
Segundo Rosero, artista ecuatoriano, confesó que fue su admirador y de niño solía cantar canciones ancashinas, como luego lo hizo hace poco en una memorable presentación que se dio en Huaraz.
Ella no está pero su recuerdo vive, sirve de inspiración para que los nuevos artistas ancashinos se nutran de su ejemplo y trayectoria y, por supuesto, superen este legado, porque nuestra música ancashina tiene fama, tiene característica y es inmortal, todos llevamos en nuestra vena. Ayer luego de los homenajes póstumos religiosos, la gente bailó en Huaraz como en Lima, lo que indica que lo nuestro está primero y tiene que estarlo.
Nos alegramos, quienes accidentalmente transitamos por la gestión pública municipal, haber en vida rendido un homenaje, develando su estatua como del gran Jilguero Del Huascarán, en el paseo que es la entrada de Independencia, y que ahora son los íconos artísticos ancashinos, que nunca morirán.