Se ha consumado el golpe de Estado, esta vez no por los tanques, sino por el propio Congreso que usando una práctica parlamentarista ha echado por la borda el sistema presidencialista que nos rige.
Para eso han usado la figura de la «incapacidad moral permanente» aprovechando que el presidente no tiene bancada en el Congreso (como en cambio sí tuvieron Ollanta, Fujimori, Toledo y García). De nada sirvió que el mandatario les recordara que una denuncia no es equivalente a sentencia, además que 68 miembros del Parlamento también están siendo investigados y bajo esa equivalencia usada para la vacancia, también deberían dejar el cargo, empezando por Edgar Alarcón Tejada.
No estamos defendiendo personalmente al señor Martín Vizcarra Cornejo, quien como ciudadano tiene que afrontar las investigaciones conforme los cánones de la ley establecen. Ayer él mismo se ha allanado a las investigaciones dejando Palacio de Gobierno y dándole lecciones a sus vacadores que no se defiende llamando a los tanques o reservistas y menos optando por la figura de un suicidio o escaparse a otro país…no hay que olvidarlo.
Lo que se viene es la incertidumbre. Un presidente opaco y espurio, sin ningún tipo de representacion que viene de un partido resquebrajado y contrariando al espíritu de su fundador Don Fernando Belaúnde Terry, nos imaginamos un gabinete de componenda y repartija, de improvisación en medio de la crisis que representa tener la pandemia como presente.
Designar funcionarios de Estado en todos los niveles toma su tiempo, y aplicar muchas trasnochadas iniciativas populistas congresales llevarán al país al despeñadero.
El Perú no merecía esto, más aún cuando estamos ad portas del Bicentenario que nos coge nuevamente como un país adolescente y que para nada ha madurado.