La fotografía de esta nota ilustra los momentos de felicidad que vivieron el día de sus juramentaciones el gobernador regional Juan Carlos Morillo y su vicegobernador Henry Borja, situación que al paso de pocos meses fue convirtiéndose más bien en velada pugna por el poder.
Todo comenzó cuando alguien fotografió a Borja reunido con quienes fueron sus adversarios en segunda vuelta y se especulaba que tramaba una posible sucesión al habérsele activado a Morillo un proceso judicial por falsa declaración cuando en su etapa de candidato omitió declarar dos sentencias.
A esto se suma también los reclamos de cuota de poder, que señalan nuestro informantes, le hacía reiterativamente Borja a Morillo para colocar a determinados funcionarios en la sede regional, como en los diferentes puestos de confianza. La relación era más que tensa.
Cuando el gobernador regional viajó a Cuba, Francia y Alemania, el vicegobernador no dio muestras de ninguna lealtad, por lo menos por haber sido convocado por su mentor, y se recuerda que en esos lapsos aprovechando de su condición de encargado relevaba a los funcionarios de confianza que el gobernador había colocado. Fue Borja quien sacó a Luna Villarreal y a Poma Poma Sotelo para reemplazarlos por Muñante y Mendo que junto al mandtario regional son procesados por el presunto delito de colusión, no hay que olvidarlo.
Hacemos este recordaris porque, es en la época de la pandemia donde las fricciones llegaron a su punto más alto: Morillo enferma de Covid y de acuerdo a Ley tocaba ejercer la encargatura a Borja; pero una mayoría afín al gobernador -vía dilatación- no lo dejó asumir, mientras en esos días se licitaban diversas obras de infraestructura; Borja contraatacó: no es coincidencia que gente ligada a su entorno de pronto presentó solicitudes de vacancia y suspensión que ahora serán discutidas el 17 de los corrientes. Las batallas se convirtieron en guerra.
Realmente deplorable lo que viene sucediendo. Porque si las relaciones hubiesen sido buenas, la sucesión o encargatura no habría sido traumática ni amenazara con agudizarse. Se vuelve a reeditar la sorda guerra por el poder -vía vacancias y procesos judiciales- que protagonizaron el ex dueto regional Waldo Ríos Salcedo y Enrique Vargas Barrenechea; y detrás de todo esto está el gran poder de muchas constructoras que tocan el son, con el que agudizan las fricciones.
Lejos de poner coto a todo esto muchos consejeros regionales toman partido por uno u otro bando, olvidando que fueron a fiscalizar y no «a exigir su parte o cuota de poder» en el manejo del Ejecutivo exigiendo cargos, proyectos y otras prebendas; de allí que ninguno se atreva a derogar el planchado MOF, aprobado durante la gestión de Gamarra, donde desde la gobernación se designan a todos los cargos de confianza, quitándoles poder en la práctica a los directores regionales.
¿Hasta dónde van a llegar estos desencuentros que comprometen el desarrollo regional? El consejo regional está llamado a obrar con más responsabilidad, cómo máximo órgano de gobierno velar por la gobernabilidad y no dejar que la gobernación continúe acéfala, imponer ese orden pasa por no ser furgones de cola ni de Morillo, ni de Borja: simplemente aplicar la Ley y FISCALIZAR.
Mientras se va cerrando el año 2020 con un aparato administrativo regional paralizado, desde hace dos semanas, y una ejecución presupuestal anual de inversiones que apenas llega al 46%. Triste cierre de año.