La vigésima segunda edición de la FIFA realizada en Catar ha sido una de las más comentadas en todo el mundo. El país musulmán y anfitrión de uno de los acontecimientos más importantes del deporte masculino presenta múltiples denuncias de derechos humanos, pues es un territorio lleno de restricciones y polémicas que han dejado al mundo con los ojos puestos en él.
Catar es considerada la nación con la reserva de gas natural más grande del mundo, lo que trajo consigo a miles de extranjeros provenientes de la India, Nepal, Filipinas, entre otros países, en busca de mejores oportunidades laborales, lo que cambiaría su demografía que posee alrededor de 2 750 millones de migrantes que conforman el 80 % de la población catarí.
“Los trabajos desarrollados por la llegada del mundial se han basado en el Kafala, un sistema abusivo, casi esclavizante, que ha sido denunciado por organizaciones de derechos humanos. Llevar a cabo el mundial en este país ha dejado más de 6 mil fallecidos por agotamiento y trabajos de casi 18 horas diarias en extremo calor. Si los migrantes se atreven a dejar de trabajar, las leyes Kafala los imposibilitan de laborar en otros lugares, sus salarios no son reconocidos y sus pasaportes, retenidos” indicó el Mgtr. Hugo Hurtado, docente de la UCV y especialista en derechos humanos y derecho internacional.
Aunque Catar ha presentado un comunicado en el cual indica que las cifras reportadas sobre la muerte de los trabajadores migrantes para la construcción de los estadios han sido engañosas, la FIFA ha visto expuesta su imagen al realizar la copa del mundo en un país con tantas acusaciones de violaciones de derechos humanos, que incluyen denuncias de corrupción y lo posicionan como el escenario mundial del fraude.
La familia real Al Tami y el jeque Hamad, dueños del PSG francés, son vinculados con los sobornos a la Conmebol y Concacaf, confederaciones pertenecientes a la FIFA, al igual que el expresidente de la UEFA Michael Francois Platini, quien fue expulsado ante el escándalo de corrupción FIFA GATE y el cobro de más de 7 millones de dólares para la realización del mundial en Catar.
“Dinamarca ha sido uno de los países que ha visto en el mundial una oportunidad para presentar su protesta directa respecto a la segregación racial y la afectación de los derechos humanos al no tener el logo de su camiseta visible, y hubiese sido genial realizar protestas aunadas con otros equipos, ya que esta sede tiene los ojos del mundo pendientes de todo lo que sucede”, agregó Hurtado.
La ausencia de fanáticos del fútbol en este mundial se debe a sus restricciones en vestimenta, a sus fuertes castigos a la comunidad LGTB (la homosexualidad está penada con prisión) y causa gran temor a los posibles visitantes que pueden ser vulnerables a malos tratos en un país tan lejano, inseguro y drástico con sus leyes.