Los Conchucos, en la región de Áncash, se ve sacudida por una situación preocupante que mantiene en vilo a sus habitantes y afecta la conectividad con el resto del mundo: los frecuentes huaicos que caen sobre diversas provincias de la zona. Esta realidad, que genera estupor e indignación entre la población y los medios locales, pone de manifiesto la falta de respuesta por parte de las autoridades ante las inclemencias de la naturaleza.
Hasta el momento, no se ha emitido un pronunciamiento oficial por parte de las autoridades locales y regionales, dejando a la población y a los transportistas de servicio público en un estado de incertidumbre y desamparo. Estos trabajadores, con gran esfuerzo, se encargan de trasladar diversos productos y personas a lugares remotos de la región, viéndose obstaculizados en su labor debido a la falta de medidas preventivas y de atención adecuada por parte de las autoridades competentes.
Es especialmente preocupante el caso de los gobiernos locales de la provincia de Huari, en particular el distrito de San Marcos, que reciben importantes ingresos por concepto de canon minero pero no han previsto ni enfrentado adecuadamente este tipo de situaciones. En lugar de enfocarse en el bienestar y la seguridad de su población, parecen haber priorizado otros intereses, como la inversión en infraestructura sin contemplar medidas de prevención ante desastres naturales.
Por otro lado, el gobierno regional de Áncash tampoco ha brindado una respuesta satisfactoria ante esta problemática. A pesar de las pomposas difusiones sobre el inicio de estudios de pre inversión, la realidad es que estos procesos suelen estar plagados de burocracia y corrupción, lo que dilata considerablemente la ejecución de proyectos y la atención de necesidades urgentes de la población.
La falta de acción por parte de las autoridades también ha generado descontento hacia figuras como el premier Alberto Otárola, quien, siendo ancashino de nacimiento, no ha sabido canalizar recursos y esfuerzos para sacar adelante proyectos de alcance regional que podrían mitigar los efectos de las inclemencias naturales en la zona. Su inacción y presunta búsqueda de beneficio personal han generado indignación entre los habitantes, que exigen un cambio de actitud por parte de las autoridades responsables.
En este contexto, es evidente la impotencia y la frustración que embargan a los propios ancashinos, quienes, a un año de las gestiones de las nuevas autoridades locales y regionales, no ven avances significativos y continúan enfrentando los mismos problemas de siempre. Es hora de que las autoridades asuman su responsabilidad y actúen con prontitud para proteger a la población y garantizar su bienestar en medio de las adversidades naturales que enfrenta la región.