En un rincón olvidado de la comunidad de Rosas Pampa, en el kilómetro 2 rumbo a Shuypillay, reside Beata Matos López, una mujer de aproximadamente 86 años que vive en condiciones precarias. Sin documentos de identidad y aislada de sus cuatro hijos, la historia de Doña Beata nos recuerda la fragilidad de la vida humana y la importancia de la familia.
El testimonio de la esperanza
En una conmovedora visita realizada por profesionales de la salud, los miembros del equipo de apoyo social han sido testigos del estado de abandono en el que vive Beata. Con lágrimas en los ojos, la abuelita relató la soledad que siente, añorando el tiempo en que su hogar estaba lleno de risas y abrazos.
«No tengo un esposo, mis hijos están lejos y no me visitan, ni siquiera conozco a mis nietos», expresó en quechua, revelando la profunda tristeza que la acompaña en su día a día.
Una realidad desgarradora
La situación de Beata es desgarradora. Postrada en el suelo, sin una cama donde descansar, su único refugio es un viejo colchón en una casa sin puertas ni ventanas. Enfrentando el intenso frío de las noches y las inclemencias de la lluvia en estas épocas, ella espera con anhelo que algún vecino caritativo le ofrezca un plato de comida o un sorbo de agua. Este escenario refleja no solo el abandono familiar, sino una triste realidad que muchas personas mayores enfrentan en silencio.
Un llamado a la solidaridad
El equipo de apoyo social que visitó a Beata ha tomado acción, sensibilizando a las autoridades locales y a la comunidad sobre la situación de la abuelita. Se ha logrado establecer un sistema de apoyo donde los habitantes del área se turnan para brindarle alimentos, sin perder la esperanza de que sus hijos puedan ir a verla en cualquier momento. Esta respuesta comunitaria es una luz de esperanza en medio de la desolación, recordándonos que, aunque la familia puede fallar, la comunidad también puede ser un refugio.