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Editorial | Chile vota, Perú improvisa: ¿y Áncash?

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Editorial | Chile vota, Perú improvisa: ¿y Áncash?

Mientras Chile se apresta a elegir democráticamente a su próximo presidente para el periodo 2026–2030, el Perú avanza -o mejor dicho, retrocede- hacia unas elecciones que ya huelen a parodia.

En el país del sur, las primarias no son un trámite. Son un ejercicio serio de democracia interna. Lo vimos esta semana en el debate televisado entre los cuatro precandidatos de la coalición oficialista, uno de los cuales enfrentará al ganador de la derecha chilena en las elecciones generales. Pocos partidos, con estructuras claras y propuestas sobre la mesa. Mientras tanto, en el Perú, las primarias partidarias se perfilan como un saludo a la bandera: elección por delegados, imposición de caudillos, y una retahíla de candidatos improvisados que no sobrevive al primer golpe de realidad.

A diferencia del Chile institucional, en el Perú la política se ha convertido en una maratón de egos y oportunismos, donde los plazos para las alianzas ya vencen y aún reina la fragmentación. No sorprende, entonces, que el último sondeo de Datum indique que más del 63% de ciudadanos no tiene preferencia electoral clara. El escenario se perfila para una elección decidida en la última semana, como ya ocurrió en 2021. Las encuestas no vieron venir a Pedro Castillo, quien terminó arrasando a una favorita Keiko Fujimori y a toda una galería de “candidatos de escritorio”.

Aquí, el que cree que por madrugar amanece más temprano, se equivoca. Que lo digan Armando Villanueva, Mario Vargas Llosa, Javier Pérez de Cuéllar, Lourdes Flores, George Forsyth o Johnny Lescano. Todos arrancaron primero… y terminaron últimos.

Pero la reflexión no se queda en Lima. Esta lección también debe aprenderla la clase política de Áncash, donde muchos ya promocionan su nombre para cargos regionales o municipales sin ni siquiera someterse a las primarias, burlando la ley electoral y el sentido común. En varios distritos ya se ven pintas y publicaciones que omiten hasta el símbolo del partido. ¿Qué representa entonces ese candidato? ¿Una organización? ¿Una idea? ¿O solo su ambición?

El juego subnacional aún no comienza, pero la improvisación ya corre sola. De eso hablaremos en una próxima editorial.

Mientras tanto, bien por los chilenos, que escucharán propuestas, ideas claras y partidos que saben lo que representan. Aquí, en cambio, la sinrazón -y el oportunismo- amenazan con imponerse una vez más.

Y en Áncash, el panorama no es mejor. Aunque aún faltan meses para el proceso subnacional, ya se asoman candidaturas sin partidos visibles, pintas sin propuestas y promesas que evaden cualquier debate interno. De eso hablaremos en nuestra próxima editorial: la precampaña que avanza sin reglas y los retos que la ciudadanía regional debe enfrentar si quiere un cambio real.

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