La Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM), la principal casa de estudios superiores de Áncash, se encamina hacia una nueva elección de autoridades. Aunque el comité electoral aún no ha sido conformado formalmente, ya se perfilan tres aspirantes: el exrector Fernando Castillo Picón, el decano de Ciencias Henry Garrido Angulo y el presidente de la Comisión de Gobierno de la Facultad de Medicina, Julio Palomino Cadenas. A ellos podrían sumarse nuevos contendores en las próximas semanas.
Pero más allá de los nombres, lo que se juega en esta elección es la vigencia y el rol que la universidad pública más importante de la región debe asumir frente a los desafíos del siglo XXI. Porque mientras los discursos electorales se mueven en generalidades, lo cierto es que Áncash atraviesa una seria crisis estructural: según el último Índice de Competitividad Regional del Instituto Peruano de Economía (IPE), nuestra región ocupa el décimo lugar, con retrocesos en pilares fundamentales como infraestructura, salud y mercado laboral.
Resulta paradójico que, en este contexto, la universidad, que dispone de un presupuesto superior al de muchas municipalidades, gracias a los recursos del canon, mantenga gran parte de estos fondos inactivos en cuentas del Banco de la Nación, sin traducirse en inversión académica, científica o tecnológica. Recursos que podrían financiar laboratorios regionales, investigaciones aplicadas, tecnologías para el agro, estudios sobre informalidad o iniciativas de salud pública siguen sin ejecutarse, atrapados entre la maraña burocrática y la falta de decisión estratégica.
Este desfase entre el potencial financiero y las limitaciones operativas ha dificultado que la UNASAM consolide una presencia activa en el desarrollo regional. En los últimos años, su participación en los grandes debates de Áncash ha sido menos visible, y su vínculo con los gobiernos locales y sectores productivos aún muestra márgenes amplios de mejora. Mientras otras universidades del país, como la UNSA en Arequipa o la UNTRM en Amazonas, han logrado articularse con agendas de desarrollo territorial, en el caso de la UNASAM aún persiste la necesidad de fortalecer su hoja de ruta y su conexión con los retos del entorno.
El panorama se vuelve más complejo con la reciente incorporación de casi 200 docentes a la planta profesoral. Este cambio no es menor: modifica la estructura del voto en las decisiones clave, redefine los equilibrios de poder interno y abre nuevos retos sobre el rumbo académico y el modelo de universidad que se quiere consolidar en los próximos años. No se trata solo de un movimiento administrativo, sino de una transformación con implicancias políticas y académicas profundas. En una región marcada por la migración juvenil, la informalidad creciente y los impactos del cambio climático, sostener una universidad con lógicas del siglo pasado supondría desaprovechar su mayor activo: su capacidad de generar conocimiento útil para transformar el territorio.
En ese marco, la elección del nuevo rectorado podría representar un punto de inflexión… o una continuidad silenciosa. Lo cierto es que los comicios universitarios no deberían entenderse como una simple disputa interna, sino como una oportunidad, quizá una de las más importantes en mucho tiempo, para que la UNASAM se piense a sí misma más allá de sus muros y defina con claridad hacia dónde quiere ir en un territorio que necesita respuestas urgentes.

