Mientras el panorama político y electoral acapara los titulares, un drama silencioso -pero cotidiano y mortal- se desarrolla en las carreteras de Áncash. Solo en el último fin de semana, tres tragedias en distintas rutas de la región –la muerte de una trabajadora en la vía Conococha–Huaraz, la volcadura de un camión que transportaba mototaxis en la Pativilca–Huaraz y el despiste de una camioneta en Huarmey– recordaron, con brutal claridad, la fragilidad de la seguridad vial en el departamento. Detrás de cada cifra hay vidas truncadas por una combinación letal de imprudencia y desidia institucional.
Tanto en la costa como en la sierra, las vías pavimentadas se han convertido en escenarios de riesgo. El exceso de velocidad, la invasión de carriles y el desprecio por las señales básicas de tránsito se han vuelto parte del paisaje. En el Callejón de Huaylas, la llamada “carrera de combis” es una tradición peligrosa que ninguna autoridad ha logrado contener. El MTC no puede seguir mirando a otro lado: la instalación de cámaras y la aplicación de fotopapeletas serían un primer paso para sancionar la temeridad que pone en riesgo a miles de pasajeros cada día.
También corresponde a las autoridades de transporte explicar con claridad los mecanismos de emisión de licencias de conducir y los criterios para su renovación. ¿Se evalúa realmente la aptitud de los conductores? ¿Se sanciona a los reincidentes? La impunidad sigue siendo el peor conductor en nuestras vías.
El panorama en la sierra es aún más grave. En provincias como Mariscal Luzuriaga, Pomabamba, Sihuas, Corongo o Pallasca, las carreteras afirmadas -cuando no abandonadas- se convierten en trampas de polvo y precipicios. Las familias que transitan por ellas lo hacen más con fe que con seguridad. Es urgente que el Gobierno Central y el Gobierno Regional de Áncash definan y publiquen cronogramas de ejecución de obras viales. Más allá de la emblemática ruta Yungay–Llanganuco–Yanama–Llacma, gran parte del territorio sigue desconectado y olvidado.
Pero la seguridad vial no se resuelve solo con cemento o sanciones. También requiere educación, planificación y cultura. Ninguna cámara reemplazará la conciencia ciudadana, ni ninguna multa reemplazará el respeto por la vida.
No se trata solo de evitar accidentes, sino de recuperar el valor de la vida en las carreteras. Porque cada curva descuidada y cada norma ignorada nos alejan del Áncash que decimos querer construir.

