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Editorial | Política en vitrina: el país frente a su nuevo examen electoral

La Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) se perfila como el punto de partida del camino electoral hacia 2026. En la agenda abundan temas de productividad, inversión y estabilidad; lo escaso es el diálogo profundo de los invitados con aspiraciones reales. La ausencia o el silencio de figuras como Keiko Fujimori, César Acuña y Carlos Álvarez revela una clase política que parece desaprovechar una plataforma para exponer visiones y rutas de país más allá de las frases cómodas.

En el tablero regional, América Latina muestra un giro de humor social: menos paciencia con estatismos ineficientes y mayor demanda por disciplina fiscal y competencia, pero con sensibilidad social. Y en medio de esa recomposición ideológica regional, el Perú llega a su propio examen político.

En ese marco, asoman voces empresariales y académicas —algunas emergentes— que intentan capitalizar el desencanto con la política tradicional. Rafael López Aliaga aparece como un enigma: abraza el libre mercado, pero su estilo confrontacional amenaza con bloquear los consensos que el centro y la derecha necesitarán para gobernar un país exhausto.

El presidente José Jerí ha confirmado su participación. Aquí hay una oportunidad crucial: trazar una línea de estabilidad económica en plena transición y vacunar al Estado contra la farra fiscal que varios partidos empujan desde el Congreso. La autonomía técnica del MEF, reglas claras de gasto y señales de prudencia pueden marcar la diferencia entre una salida ordenada y otra tormenta.

Visto desde Áncash, estos debates no son abstractos. La estabilidad macro vale poco si no destraba proyectos que la gente espera hace años: hospitales, conectividad vial, agua y empleo. La CADE debería escuchar al país de las regiones, no solo hablarle: la competitividad no se mide únicamente en paneles, sino en obras que se entregan y servicios que funcionan.

Todo apunta a que el próximo foro será un “espectáculo deliberante”: movimientos estratégicos, mensajes calibrados y primeras definiciones rumbo a 2026. La atención mediática influirá en un electorado que busca estabilidad, seguridad y bienestar tras un quinquenio de inestabilidad. Pero el examen real no estará en los aplausos, sino en quiénes expliquen cómo piensan corregir el rumbo sin hipotecar el futuro.

Con las expectativas puestas en lo que deje la CADE, el Perú entra a un punto de inflexión: o pasamos de los slogans a los compromisos verificables, o seguiremos repitiendo el libreto que llevó al país al límite de su tolerancia.
La campaña de 2026 bien podría empezar aquí; la responsabilidad de estar a la altura, también comienza ahora.

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