La Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM), la principal casa de estudios superiores de Áncash, se aproxima a una elección decisiva que va mucho más allá del cambio de rector. Lo que está en juego es el equilibrio del poder interno entre docentes y estudiantes y, en el fondo, la oportunidad de redefinir el papel de la universidad pública en la región.
La primera vuelta dejó una fotografía que revela tensiones y aspiraciones dentro de la comunidad universitaria. Fernando Castillo Picón, exrector, obtuvo el 42.56 % del voto ponderado, mostrando una estructura académica sólida y disciplinada. En contraste, Javier Sotelo Montes sorprendió con 25.77 %, impulsado por un fuerte respaldo estudiantil que superó el 50 % en su estamento. Sin embargo, ese empuje juvenil se enfrenta ahora a la realidad matemática del sistema: el voto ponderado puede traducirse en una proporción cercana a un voto docente por cada 30 a 35 votos de estudiantes, dependiendo de la asistencia y participación efectiva.
Esa regla, amparada en la Ley Universitaria, convierte la segunda vuelta en una contienda de precisión quirúrgica. Ya no bastará con la visibilidad en redes o la simpatía popular: será una elección de cercanía, de diálogo y de convencimiento directo. En este escenario, la estrategia se juega más en los pasillos que en los auditorios, y más en las propuestas que en los lemas.
La historia reciente lo confirma. En 2020, el docente Luis Natividad Cerna partía como favorito en plataformas digitales, pero la fuerza silenciosa del voto docente lo relegó. La UNASAM vota hacia adentro, y esa lógica explica por qué esta segunda vuelta se definirá más por la coherencia de los mensajes que por el ruido de las campañas.
Con dos listas en competencia, la comunidad universitaria tiene derecho a exigir propuestas concretas, viables y medibles, que aborden la modernización administrativa, la investigación aplicada y la vinculación real con la región. La universidad no necesita discursos de ocasión, sino gestión con visión de futuro.
La conducción de la UNASAM requiere algo más que legitimidad electoral: exige liderazgo, capacidad de diálogo y madurez institucional. Quien asuma el rectorado deberá demostrar que el voto ponderado no representa desigualdad, sino la búsqueda de equilibrio entre experiencia y renovación.
Porque al final, la UNASAM no solo elige a su rector, elige también la forma en que entiende el poder académico y su compromiso con Áncash. La segunda vuelta pondrá a prueba no solo a los candidatos, sino a toda una comunidad universitaria que, más que decidir entre dos nombres, debe definir qué tipo de universidad quiere construir en los próximos años.

