Editorial | El simulacro del 30: ensayar no basta si no se corrigen las fallas
El aluvión de Casca expuso una vez más que la prevención no puede quedarse en la teoría ni en actos simbólicos. El simulacro del 30 de mayo debe servir para corregir lo que ya falló, no solo para repetir protocolos sin resultados.
Este 30 de mayo se desarrollará un nuevo simulacro de sismo con repercusión de aluvión a nivel nacional. En Áncash, donde la memoria colectiva aún guarda las huellas del terremoto de 1970 y emergencias recientes como el aluvión en la subcuenca del río Casca, estos ejercicios no pueden seguir siendo un ritual repetitivo ni un simple saludo a la bandera.
La reciente emergencia en Casca volvió a evidenciar una preocupante brecha entre la norma y la realidad. Pese a contar con leyes y lineamientos, la reacción institucional fue tardía y desarticulada, revelando limitaciones en la operatividad de organismos como el Inaigem, cuyo rol técnico y preventivo -insistimos- requiere urgente reformulación. Lo mismo ocurre con el Gobierno Regional, los ministerios competentes y las municipalidades, que deben abandonar la lógica reactiva y apostar por inversiones sostenibles en seguridad y almacenamiento hídrico, pensando en los próximos 50 años.
Otro punto crítico es el funcionamiento de los sistema de alertas tempranas (SAT). Aunque existen dispositivos instalados en algunas lagunas, la mayoría no están activos o simplemente no existen. ¿Qué hace el Estado para fortalecer la labor del IGP, Ingemmet y otras instituciones que deberían estar al frente de un sistema de monitoreo integral y articulado?
Además, ante un silencio sísmico de más de medio siglo en la región y los constantes movimientos telúricos registrados recientemente en la costa, urge que las plataformas de Defensa Civil —desde el nivel regional hasta el distrital— estén realmente activadas y operativas. Y sobre todo, que la ciudadanía sea parte activa del proceso, no solo espectadora de un ensayo.
Porque sí, hemos visto muchas veces los mismos simulacros: carpas, traslados, supuestos rescates. Pero cuando ocurre el desastre real, la reacción dista mucho de lo ensayado. Por eso, el lema de “todos somos Defensa Civil” debe dejar de ser una consigna decorativa para convertirse en una práctica cotidiana.
Este 30 de mayo tenemos la oportunidad de hacer un alto y repensar: ¿estamos realmente preparados? Que no sea solo una fecha en el calendario. Que el ejercicio nos devuelva la confianza, nos confronte con la realidad, y nos recuerde que cada hogar debe tener su mochila de emergencia, no solo como parte de un spot publicitario, sino como una herramienta vital.
Porque no basta con ensayar si no se actúa estructuralmente.