La reciente elección en la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM) tuvo un desenlace ajustado. El Dr. Fernando Castillo Picón logró nuevamente la rectoría y se prepara para juramentar el 29 de diciembre. Sin embargo, más allá del resultado en las urnas, la elección no clausura el debate universitario. Por el contrario, inaugura una etapa más exigente: la de la gobernabilidad.
Su retorno al rectorado no es un cheque en blanco, sino una segunda oportunidad marcada por desafíos urgentes tanto en el frente interno como en la relación de la universidad con la región. La elección terminó; la evaluación empieza ahora.
El primer gran reto es la gobernabilidad interna. Si bien Castillo Picón cuenta con respaldo en el estamento docente, la historia reciente de la UNASAM —marcada por gestiones inconclusas y conflictos prolongados— demuestra que ese apoyo no es suficiente para garantizar estabilidad. El estamento estudiantil, lejos de ser un actor secundario, representa una fuerza vital que, si no es incorporada de manera efectiva a la toma de decisiones, puede convertirse en un factor de inestabilidad institucional.
Conviene decirlo con claridad: la gobernabilidad universitaria no es un concepto abstracto. Se expresa en trámites que no se entrampan, en clases que no se paralizan, en obras que avanzan, en facultades que no viven en conflicto permanente y en estudiantes que no sienten que la protesta sea su única vía de escucha. Cuando estos elementos fallan, la estabilidad del claustro se resiente.
Para evitar repetir la historia de mandatos truncos, el rector reelegido deberá activar de inmediato mecanismos institucionales permanentes de diálogo, no como concesión política, sino como herramientas de gestión. Escuchar no es populismo universitario: es eficiencia. Se requiere destrabar procesos administrativos que afectan directamente al alumno, acelerar las inversiones en las facultades, modernizar la enseñanza en sintonía con el entorno digital y, sobre todo, garantizar la acreditación de todas las escuelas profesionales. La estabilidad dependerá de la capacidad de escuchar, decidir y ejecutar.
Pero la gobernabilidad interna no basta si la UNASAM continúa desconectada de su entorno. En el frente externo, la deuda es evidente. Durante años, la universidad ha parecido vivir de espaldas a la realidad de Áncash, mientras la región enfrenta problemas que demandan soluciones técnicas y conocimiento especializado.
Es imperativo recuperar el rol de la UNASAM como una academia deliberante y propositiva. El conocimiento generado en las aulas no puede seguir acumulándose en repositorios de tesis descriptivas que no generan impacto público. La investigación debe ser aplicativa, orientada a resolver problemas concretos y a convertirse en insumo real para los gobiernos regionales y locales.
En esa misma línea, resulta difícil de justificar que, contando con importantes recursos provenientes del Canon Minero, la ejecución presupuestal de la universidad siga siendo deficiente. La capacidad de gestión no se mide por el discurso, sino por la calidad del gasto, la infraestructura entregada y los resultados visibles para la comunidad universitaria y para la región.
El destino le ha otorgado a Fernando Castillo Picón una nueva oportunidad. Se espera que la experiencia acumulada en su primer periodo sirva para no repetir los errores del pasado. Convertir el lema “Del esfuerzo de sus hijos depende la grandeza de los pueblos” en algo más que una consigna requiere liderazgo institucional, decisiones pragmáticas y apertura real al diálogo.
El siglo XXI no espera.
Y Áncash tampoco.