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Un año perdido

Foto: Tele 13

Editorial

Un año perdido

2016 otro calendario estéril para Ancash por obra y gracia de su clase política. Hay mucho por hacer y hasta rehacer.

Sin ser pesimistas pero analizando todo lo acontecido en la región no podemos decir que el calendario que terminamos haya sido auspicioso; ha sido frustrante.  Un año perdido, sólo fueron un lunar el maestro primario Juan Cadillo León (nominado entro los cincuenta mejores del mundo), el ascenso de Sport Rosario al fútbol profesional y la buena campaña deportiva de Sport Ancash.

A nivel congresal, no cuajó la prometida Agenda Ancash.  Basta ver el presupuesto para el 2017,  los fondos que se asignarán a la región siguen siendo casi los mismos del año que estamos terminando sin ninguna obra de envergadura que aliente desarrollo. Chinecas sigue siendo una quimera. Nuestros congresistas recién están aprendiendo, ojalá al llegar julio pasen el examen anual.

El gobierno regional ha sido una catástrofe por obra y gracias del hoy preso gobernador Waldo Ríos Salcedo, por su egocentrismo y una manera mesiánica de ejercer el poder.  Lo hemos dicho reiterativamente: Waldo es bueno para una campaña política; pero un desastre para gobernar.  Los sectores como Salud, Educación, Agricultura, Transportes, Producción, Energía y Minas y otros fueron, más bien, sus agencias para el  clientelismo político.  El resultado habla por sí solo: Ancash con un 28% de ejecución presupuestal sigue, por año consecutiv, en la cola de la tabla de las inversiones nacionales.  El vicegobernador Enrique Vargas ha cogido una papa caliente, no se puede ser injusto en reconocerle que es más dialogante y bien intencionado, pero todavía no lo vemos liderando un gobierno regional; su labor asemeja, más bien, al de un alcalde.

Los alcaldes provinciales han sido, casi todos, un fiasco si tenemos en cuenta lo que ofrecieron en campaña y lo que efectivamente están haciendo hasta ahora. Victoria Espinoza, sólo ha ejecutado el 50% de su presupuesto en el Santa; Alberto Espinoza Cerrón (alcalde de Huaraz) sólo está conectado al piloto automático, sin honrar sus promesas de campaña.  Efectivamente «Huaraz merece más», pero más ejecutividad y gestión de su parte, van dos años y no se enfrentan los problemas acuciantes como el desorden en el tránsito y el comercio ambulatorio.  Es curioso, en cambio que los alcaldes provinciales que más destacan son aquellos que tienen menos recursos como los alcaldes Uldarico Cisneros (Sihuas), Alberto Trujillo (Huari), Aníbal Bazán (Bolognesi) que ya lograron el inicio de las obras necesarias como los modernos hospitales, o Milton León (Recuay), sacándole lustre a su experiencia, pudo hacer factible obras de saneamiento y tiene en marcha otras más.  A los demás les está faltando una clase acelerada de GESTIÓN.

Si de gestión se trata, son más bien los alcaldes distritales que han logrado más que los provinciales como Javico Robles (Pariacoto), Genaro Chinchay (Taricá), Rómulo Coral Silva (Pariacoto), Eloy Alzamora (Independencia) o Valentín Fernández (Nuevo Chimbote) que han logrado mejores contactos con el gobierno central y multiplican sus inversiones con fondos superiores a sus transferencias por FONCOMUN o Canon.

La administración judicial ha sido también la más cuestionada durante el año que se va. Ministerio Público y Poder Judicial tienen una agenda pendiente con la sociedad civil.

La Policía Nacional tampoco ha sido la más eficiente, basta ver el alto número de efectivos procesados y las ampliaciones de los estados de emergencia en Chimbote y Casma que, finalmente, no han logrado bajar los índices de delincuencia e inseguridad.

Con todo lo expuesto, no hay motivos para celebrar, hay más bien mucho por golpearse el pecho y revertir los errores,  aunque tal vez estemos pidiendo peros al olmo.  Hace rato es elocuente que los liderazgos regional, provinciales y distritales están ausentes.

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