Editorial | Tras el aluvión, los retos ya no se esquivan
El desastre en Casca dejó algo más que barro y destrucción: evidenció las fallas de fondo en nuestro sistema de prevención. Hoy, no basta con reaccionar. Toca decidir si vamos a prevenir o volver a lamentar.
A estas alturas, ya no hay duda: el aluvión del 28 de abril en la subcuenca Casca fue consecuencia directa de la desglaciación. El retroceso acelerado de nuestros glaciares -por el cambio climático- está dando origen a lagunas nuevas, inestables y peligrosas. Y lo más grave es que ya están causando estragos.
Las señales estuvieron ahí. El pasado 26 de marzo, una laguna en formación se desembalsó parcialmente, bloqueando parte del acceso a la quebrada Llaca y al nevado Vallunaraju. Aunque fue un evento menor, resultó revelador. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿se comunicó este hecho con claridad a las autoridades? ¿INAIGEM actuó como debía? ¿Se activaron medidas preventivas? Las respuestas siguen sin estar claras. Pero lo que sí sabemos es que nadie puede decir que esto fue una sorpresa.
Hoy, el saldo es doloroso: decenas de familias desplazadas, viviendas arrasadas, más de 20 mil personas sin acceso a agua potable, y una ciudad entera enfrentando la fragilidad de sus sistemas de protección. Lo urgente ya pasó. Lo importante —y lo difícil— comienza ahora.
INAIGEM tiene un rol fundamental: generar información científica, monitorear glaciares y promover acciones de prevención. ¿Qué se hizo? ¿Qué se dejó de hacer? No se trata de buscar culpables, pero sí de exigir cuentas. No puede ser que entidades con presupuesto, especialistas y mandato legal miren al costado cuando la montaña habla. Las responsabilidades deben asumirse con claridad y sin rodeos.
La Autoridad Nacional del Agua (ANA) y el Gobierno Regional de Áncash tampoco pueden eludir sus deberes. ¿Por qué la laguna Llaca —conocida, estudiada y visitada— aún no cuenta con un sistema de alerta temprana? ¿Cuántas otras lagunas están en igual o peor situación? ¿Qué se ha hecho con los estudios técnicos disponibles desde hace años?
Es justo reconocer la reacción inmediata: la convocatoria urgente de actores y sobretodo acciones de parte de la comuna afectada, la intervención del Ejército, el soporte técnico del Colegio de Ingenieros, y las acciones de drenaje. Pero eso, más allá de prevenir es controlar los daños. Y mientras se siga actuando solo después de la tragedia, el ciclo se repetirá.
Uno de los retos más críticos ahora es el abastecimiento de agua potable. Más de una docena de Juntas Administradoras de Servicios de Saneamiento (JASS) han quedado sin servicio, y las fuentes naturales permanecerán turbias por semanas. Si bien las cisternas y tuberías de emergencia ayudan, no resolverán los problemas de fondo. Es indispensable garantizar la sostenibilidad del recurso hídrico, lo cual exige inversiones estructurales urgentes.
Esta tarea debe ser liderada por el Gobierno Regional de Áncash, que anteriormente impulsó la idea de un sistema multipropósito. Pero hoy cabe preguntar: ¿dónde está ese proyecto?,¿existe algún perfil, expediente o avance técnico concreto?. El Colegio de Ingenieros ya advirtió: Huaraz podría quedarse sin agua en menos de cinco años si no se toman acciones desde ahora. ¿De verdad necesitamos otra tragedia para reaccionar?
A esto se suma un problema igual de grave: la ocupación ilegal de las fajas marginales. Muchas de las viviendas arrasadas por el huaico estaban construidas en zonas donde la ley prohíbe edificar. Las normas establecen entre 8 y 10 metros libres a cada lado de ríos y acequias, pero han sido ignoradas durante años. El agua no respeta títulos de propiedad. Y esta vez lo dejó claro.
Las municipalidades y la ANA tienen hoy una oportunidad histórica: ordenar, reubicar, prevenir. Hacer lo correcto, aunque sea impopular. No hacerlo sería negligencia. Y esta vez, no habrá espacio para excusas.
La tragedia de Casca no fue un castigo de la naturaleza, fue el resultado de decisiones postergadas, advertencias escasamente comunicadas y responsabilidades no asumidas. Hoy el reloj corre. Porque si no se toman medidas firmes, la próxima emergencia será cuestión de tiempo.
Porque si los glaciares nos están hablando y seguimos sin escucharlos… la próxima vez, el agua no solo arrastrará casas. Arrastrará también a quienes miraron al costado.