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Editorial | Nuevo aviso

Editorial

Editorial | Nuevo aviso

Otra sacudida más, y otra vez la sorpresa. Como si no viviéramos en un país sísmico. El reciente temblor en Lima volvió a agarrar a todos —autoridades, instituciones y ciudadanos— con la mochila de emergencia vacía y las zonas seguras mal pintadas. ¿Hasta cuándo vamos a seguir actuando como si esto fuera una novedad?

El Perú sigue temblando y también improvisando. A poco más de un mes del aluvión en la subcuenca Casca —ocurrido el pasado 28 de abril—, que dejó al descubierto las vulnerabilidades de nuestras zonas altoandinas frente a fenómenos naturales extremos, el reciente sismo de 6.1 grados registrado este domingo en el Callao ha vuelto a encender las alarmas. Y lo ha hecho no solo por su intensidad, sino porque ha revelado, otra vez, que el Perú no está preparado.

Desde Áncash Noticias lo hemos advertido antes. Lo hicimos tras el desastre en Casca, tras el último simulacro nacional, y también cuando se habló de la supuesta “seguridad” en actividades de montaña. La gestión del riesgo no puede seguir siendo un tema postergado, y mucho menos minimizado a campañas episódicas o protocolos sin aplicación real.

El evento del domingo ha sido una nueva llamada de atención. Si el movimiento hubiera alcanzado los 7 grados o más, como ya ha ocurrido en otros momentos de nuestra historia sísmica, el escenario habría sido catastrófico. No solo por la fuerza del temblor, sino por la suma de factores que ya conocemos: construcciones informales, falta de señalización, escasa cultura de prevención y una descoordinación preocupante entre las autoridades.

No basta con repetir que vivimos en un país sísmico. Este fue un examen sin ensayo, y lo desaprobamos: ni mochilas de emergencia, ni zonas seguras visibles, ni rutas claras en mercados o viviendas. El único fallecido del evento, lamentablemente, no pudo resguardarse a tiempo. ¿Cuántas tragedias más podrían evitarse si aplicáramos lo que en teoría sabemos?

Según el Instituto Geofísico del Perú, se han registrado 314 sismos entre enero y abril de 2025, y ya suman 329 eventos este año. Y el propio INDECI estima que más del 70 % de las viviendas urbanas no resistirían un sismo de gran magnitud. Es decir, somos un país que tiembla constantemente y que, paradójicamente, no se prepara.

La informalidad estructural es otra deuda pendiente. Se construye primero y se regulariza después, cuando no hay vuelta atrás. El Ministerio de Vivienda, el INDECI y las municipalidades deben pasar del aviso a la acción: fiscalización rigurosa, actualización de mapas de riesgo y una cultura de prevención que funcione más allá de afiches o simulacros mal ejecutados.

Y lo del domingo también dejó en evidencia el silencio institucional. ¿Dónde estuvieron el INDECI, el alcalde de Lima, los alcaldes distritales? ¿Los sistemas de alerta? ¿Las vocerías oficiales? Que haya sido domingo no es excusa. Los desastres no esperan horarios laborales, ni feriados.

Y si así fue la respuesta en la capital, donde se supone que están concentrados los recursos y las instituciones, ¿qué nos espera en regiones como Áncash, donde las brechas son aún más profundas? Si en Lima fallan las alertas, ¿podemos confiar en que suenen a tiempo en nuestras provincias? Si allá faltan mochilas, acá faltan hasta rutas seguras. Y si en la capital no aparecen las autoridades, en el Perú «profundo» muchas veces ni se enteran que hay emergencias en curso.

Desde Áncash Noticias insistimos una vez más: ya no hay espacio para la improvisación. Urge implementar un Plan Nacional de Respuesta ante Desastres Naturales, multisectorial, con metas claras, presupuesto, cronograma y supervisión ciudadana. Mochilas listas, rutas de evacuación señalizadas, construcciones seguras desde el inicio y autoridades que estén a la altura de su responsabilidad.

Porque como dice el dicho: guerra avisada no mata gente. Pero solo si actuamos antes de que llegue el desastre.

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