Hace unos días, tras una larga batalla y miles de pérdidas a causa del coronavirus, nuestras autoridades sinceraron las cifras oficiales de la catástrofe en nuestro país.
Con tristeza les compartiré la tragedia que vivió mi padre, y que vivimos nosotros su familia a su lado, aun siendo personal de salud en el pico de la segunda ola, mi familia se contagió del temible virus, mi padre estuvo «bien» sin molestias por 2 días, comenzó a desaturar y su requerimiento de oxígeno era 1 litro, luego al día 8 amaneció con dolores intensos, su requerimiento apenas subió a 2 L, lo llevamos a realizarse una tomografía de tórax tenía un daño pulmonar de aproximadamente 70 %, teníamos que hospitalizarlo y no había camas disponibles en los hospitales nacionales ni en clínicas privadas, aun así tuvimos que llevarlo al hospital del Minsa, en donde esperamos en emergencia, vi con mucha pena que el poco personal contratado no se daba abasto, tocaba esperar para que le den tratamiento.
Luego de 1 día pasó a hospitalización, luego a vmni en la madrugada, pero él necesitaba una cama uci y no había ninguna disponible esperamos aprox. 5 días, en las cuales amanecí afuera del área de hospitalización impotente y sin poder hacer nada, cada día que pasaba, temía lo peor, y para empeorar la situación la planta de oxígeno se malogró innumerables veces, momentos en que los pacientes pasaban a máscara de reservorio lo que trababa su recuperación, me llamaron de noche diciendo que tenía que llevar balones de oxígeno porque la planta nuevamente fallaba.
Cada día en las mañanas veía ataúdes saliendo y una familia destrozada, hasta que un día me llamaron porque mi padre estaba mal, llamé al médico de UCI quien intubó a mi padre y le dio otra oportunidad apoyado por enfermeras bondadosas que accedieron a monitorear a mi padre en la unidad de cuidados intermedios, hasta que pueda pasar a UCI, ya que el personal de ahí no podía atenderlo; una vez ahí, nació una nueva esperanza de que podría recuperarse sin embargo comenzó a fallar el riñón necesitó diálisis, servicio que no hay en Huaraz, solo de manera particular; lo que dificultaba los ciclos de pronación.
Una de las tantas tardes en las cuales esperaba el informe médico, se presentó una hija, como yo, suplicando y rogando por una cama UCI ya que se había pasado un paciente a intermedios sin embargo acceder a una no es tan fácil, el médico de UCI evalúa al paciente y si tiene una buena esperanza de vida lo admiten en UCI, de no ser así se da prioridad a otro, más joven, sin comorbilidades, sin mayor afectación pulmonar, con mejor saturación, etc, se rindió; frente a mis ojos por la impotencia de que nadie salga a hablar con ella tras haber tocado innumerables veces, al día siguiente una de las tantas amistades que logramos con los familiares de los otros pacientes perdió a su ser querido, entonces el miedo te invade, la preocupación y el temor que la muerte está rondando te agobia, día y noche, y tu única salida es rezar, encomendarte a Dios y rogar por un milagro, hasta que un día recibí la peor llamada de mi vida, el corazón de mi padre se había detenido. «Cuánto sufriste querido padre, perdóname por no poder haber hecho más».
Viví en carne propia las injusticias del sistema, la poca empatía al dolor ajeno del personal de Salud, la desidia de las autoridades por mejorar los servicios de salud, la impotencia de no poder reclamar por temor de que repercuta en la atención de mi padre, todo lo que tú viviste con tu familiar por culpa no sólo del sistema sino de personas sin amor a su profesión o autoridades que poco o nada les importa la vida de otros, lo viví.
No llevo rencor o resentimiento; no, agradezco profundamente a todas las personas bondadosas y al personal de salud que atendió a mi padre de manera diligente; todo eso me sirvió para poder comprender que la medicina no sólo es prescripción de medicamentos, es entender que con cada enfermo hay una familia que sufre y espera que vuelva a casa, pero también hay casos en que no podemos hacer más o es imposible, pero por lo menos ofrezcamos un trato amable que amortigüe su sufrimiento.
No seamos indolentes al dolor ajeno.
(*) Dra. Sharon García Valenzuela, hija del ex coordinador Barrio Seguro de Shancayán Juan García Gallardo.